Dos noticias de un diario próximo al gobierno de España resumen lo que
estamos viviendo en el país hispano. La primera, "Interior exprime la
Ley Mordaza del PP para hacer cumplir el estado de alarma"; la
segunda, "La Guardia Civil dice que persigue bulos para minimizar el
"clima contrario" al Gobierno y la oposición se lanza en contra". Por
arbitrario que pueda parecer el hallazgo y la elección de los
titulares, estos demuestran, una vez más, el éxito de la izquierda en
gobernar con más orden y ley que la derecha. Los dos titulares dan
cuenta de algo que hasta hace poco suscitaba un acalorado debate en
los círculos intelectuales y corrillos de al menos un partido
ahora en el poder. Aquella crítica y oposición impugnaba tanto la ley
mordaza como la entonces policía política - o cloacas del Estado - en labores subterfugias para
combatir también el "clima contrario" al gobierno. Los
antiguos impugnadores condescienden hoy con la inconstitucionalidad de
los anteriores gobernantes. No es ese el mayor del éxito gubernamental.
El gobierno de España ha conseguido llevar a
cabo todo esto en una complicadísima operación de control policial y
militar no visto ni tan consentido desde los estados de excepción franquista a mediados de los 50. En lo civil, el gobierno también
ha tenido éxitos a reconocer, aunque menores que el anterior. Ha sido todo
un éxito la suma y resta de infectados y fallecidos diarios. En cuanto al rédito
mercantil, ese que ha convertido la política en la oferta pecunaria al electorado, otro éxito sin
parangón en la exención del pago de cuotas a trabajadores autónomos que o
recibían esa exención o se daban de baja en el sistema público. Está por llegar una renta mínima que suena tan bien como indefinida
El
gobierno, de mientras libra estas batallas que vienen desde su
exterior y las de su interior. Sus dichosas partes pretenden capitalizar para sí la
salida de la crisis y su gestión inmediata. El PSOE pone el orden
sumario y el cuello firme y marcial; su socio, el gesto hacia "los de
abajo" a los que lleva tiempo mirando desde muy arriba. La pandemia
que se vive en España ocurre según su propio capricho físico o su
declinante fuerza. Ninguna medida ni plan más que el de optimizar los
recursos sanitarios tiene efecto ni podrá tenerlo.
Los creyentes de misa gubernamental recurren a la disonancia cognitiva para creerse que el éxito de estar vivos viene porque un gobierno compuesto por la malvada derecha privatizadora lo hubiera hecho peor. Oximorón.
Desde luego, la pandemia por un lado y la reclusión policial por otra, han traído de sopetón dos verdades que nos han estallado en la cara. La primera, que volver a la normalidad probabablemente sea lo que no tenemos que hacer, ya que el problema puede que sea nuestra pandémica normalidad. En segundo lugar, el hecho de que nuestra especie haya colapsado el espacio natural y que ahora lo deje de ocupar ha hecho que, de repente, aparezcan de noche e incluso ya de día en nuestras calles o entornos cercanos especies animales que estaban antes que nosotros: zorros, jabalíes, nutrias, incluso ballenas.
Dado que a las 20 horas de cada día, según consigna, millones de españoles, y millares quizá de getxotarras, salen al balcón a aplaudir al personal sanitario, en algunos pueblos y ciudades otros profesionales como bomberos, policías o militares aprovechan esa hora pàra hacer caravanas callejeras y probar también el reconocimiento que no tardan en recibir. Sin duda es este un tiempo de mascarillas y "caenas". España es el país que cuatriplica en toda la unión europea el número de multas, arrestos, bastonazos y encarcelamiento a ciudadanos por saltarse el estado de excepción. y el gobierno no acaba de explicarse cómo todo este esfuerzo no acaba de mitigar los efectos del coronavirus. Lo extranjero nunca trajo nada bueno y lo que va contra el gobierno, tampoco.
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