No pretendemos hacer leña del árbol pasado. Precisamente porque era pasado, su savia estaba seca de tiempo atrás. Lo que los resultados trágico electorales en Euskadi dicen de Podemos es que cualquier tiempo pasado fue anterior. No son el cainismo interno ni la soberbia centralizadora ni la retótica hueca lo que ha desilvanado el apoyo delegatorio en Podemos como partido, tampoco la cambiante moralidad y ética de su dirección y muchos de sus electos. Ha sido su naturaleza meramente reconstituyente, y por tanto, enfocada a la conquista del estado, lo que ha descosido su anterior retórica impugnadora. Si Podemos se avino a mezclarse con los variopintos bastardos y bucaneros políticos que conformaron las mareas en 2015, lo hizo más por miedo de sí misma que por intención de crear con otros aquello que llamaron pomposa y anticuadamente unidades populares. Podemos entonces se perfilaba, aunque con prudencia pero con profesional contumacia, en el viejo partido que hoy es.
En 2014, los independientes de Getxo - bucaneros de un goleta minoritaria pero sin jerarquías ni profesionalismos- contactamos con el incipiente grupo de Podemos en Getxo, con algunos militantes que quedaban de IU y simpatizantes de Equo de Uribe Kosta. Sobre la mesa pusimos dos preguntas ceñidas a nuestro pueblo de Getxo, en cuyo ámbito los independientes no pensamos salir: ¿Podíamos diagnosticar que Getxo necesitaba una unión de fuerzas y sensibilidades que posibilitaran una alternativa a 40 años de un modo de vivir gestionado por el mismo partido? ¿ese modo alternativo implicaba ejercer la política de modo diferente y pensar nuestro pueblo de manera diferente - el espacio, los barrios, el trabajo, el descanso, los saberes, la justicia, la igualdad-?
Nos apresuramos a contestar que si. Lamentablemente todos los síes que dimos los independientes, los miembros de Podemos, los de Iu y los de Equo eran bien diferentes. Y lo iban a ser aún más a medida que las direcciones de Podemos, Iu y Equo que formarían luego un megapartido vertical, dieran sus órdenes para capitalizar los votos y el apoyo que en todos los municipios y también en Getxo centenares de miles de personas dieran a esas mareas mestizas. Así que todo saltó por los aires. Las mentes de Podemos calcularon a ojo de burócrata y con la ronca voz del déspota advenedizo. Pensaban e hicieron hacer pensar a los súbditos de Podemos que era esa marca la que debía capitalizar por derecho de pernada los votos obtenidos en 2015.
Desde aquella celebrada decisión, los máximos gurús y los más fieles adeptos de Podemos han visto la debacle, una tras otra, con estoica aceptación, con la debida prueba de fe inasequible al posibilismo en aras de ser gobierno, aún incestuosamente. Ese es el trayecto a la isla del tesoro de Podemos. Salvo que la nave hace grietas como las que dan los resultados electorales en las últimas elecciones en Euskadi. Las explicaciones justificativas - y ciertamente alucinatorias - ya han aparecido.
Eran de esperar. Es el dedo y la luna, la contumacia insincera tan propia de la peor izquierda. ¿Se acuerdan de las preguntas que hacíamos los independientes a Podemos, IU y Equo? Siguen sin dar respuesta, y en su lugar pretenden administrar la vida de la sociedad con los únicos artilugios que quedan: reformas laborales, ERTES, leyes mordaza, subvenciones, congelaciones, deshaucios, hipotecas, pelotazos "sostenibles" que de siempre aplicó también la falsamente antagónica derecha. Se está impugnando un modo de mal vivir - la abstención en Getxo y Euskadi es casi del 50% - y la izquierda no se acabna de enterar: está a gobernar. A gobernar su propia debacle mientras se empecina en administrar la de los demás (qué tiempos aquellos del empoderamiento...).
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