La alcaldesa de Getxo, Amaia Agirre no conoce al alcalde de Minneapolis. Pero el infortunio de sus temores y que sus decisiones se manifiesten como consecuencia de ese miedo atávico los ha convertido en alcaldes hermanados frente a un pueblo que no puede aún salir de su asombro. Minneapolis hizo frente el 25 de mayo a la muerte de un joven negro axfisiado por un policía en plena calle mientras otros cuatro policías observaban. En los dos últimos años es el quinto negro muerto a manos de la policía.
El alcalde, Jacob Frey, de 39 años, pidió al de unas horas incriminar al policía implicado. La comunidad negra y otras tuvieron menos paciencia, y salieron a la misma calle para dejar junto al lugar de la última y las anteriores muertes, unos su indignación y otros su ira. Al alcalde le invadió el miedo, no de las causas que provocaron la muerte del último joven negro ni las que puedan venir en un tiempo próximo, sino que la multitud dejara una provisional hoguera de calles iluminadas por el fuego. Fue entonces cuando pidió que la Guardia Nacional entrara para sumir a la ciudad bajo el toque de queda, las balas de goma, los botes lacrimógenos y las granadas. Al alcalde, hace dos años elegido, no se le ha aparecido la sombra de las dudas. A los arquitectos y asesores sociales y urbanos de la ciudad, sí. Los barrios del sur que congregan a la mayoría de la clase trabajadora negra se les viene aplicando una reforma urbana de depauperización con el fin de convertirlos en futuros equipamientos y urbanizaciones más cotizados.
A tantos y tantos miles de kilómetros, 6.816,5 exactamente, en Getxo, la alcaldesa Amaia Agirre comparte con el alcalde Jacob Frey muchas aparentes virtudes. Su juventud, un autoproclamado espíritu de mediar, y una actitud liberal en su sentido más laxo y estético. Pero es el temor dividido, ese que a partes desiguales está en la pereza de comprender a riesgo de confundir esperar con ser pasivo, lo que hermana a ambos. La alcaldesa actúa con el temor preventivo, como demostró en el barrio de Romo al enviar a la policía que ha ocupado desde entonces el barrio,en previsión de que unos jóvenes pudieran ocupar el euskaltegi en un futuro. La similitud entre ambos alcaldes no acaba ahí. Parece que los conflictos sociales rebrotan donde se plantó previamente la semilla de la discordia y la corrupción. Al igual que en Minneapolis, Getxo aguarda a que se redacte el próximo plan de ordenación urbana. Es ese plan, igua que en Minneapolis, el que decidirá que zonas serán derribadas, en cuáles se edificará y cómo se remedelarán los barrios de la ciudad. En Getxo pende la cuchilla de la especulación no solo en el barrio rural, sino también, casualmente en Romo.