Una mujer agredida en los san fermines de 2016 lo ha sido de nuevo hoy. La sentencia que exonera en parte a sus agresores, los conocidos como miembros de "la manada, es en realidad algo más que una nueva agresión a aquella joven y a todas las mujeres. Lejos de ser un exabrupto colectivo de unos jueces - uno de ellos convencido de que la mujer violada por los cinco machos agresores "disfrutó"- , la sentencia es una defensa del estatus quo y un reflejo de nuestra sociedad.
Como ha ocurrido en casi todas las agresiones a mujeres en las últimas décadas -¿podríamos decir todas las décadas?-, hayan acabado en asesinato o no, el tratamiento social, comunicativo, forense y judicial ha sido urgar en la víctima, en su cuerpo lacerado, para dictaminar si su actitud, si su presencia en el lugar de la agresión, fue o no fue debidamente diligente. Es la víctima la que tiene que justificar que no incitó, que opuso resistencia. No parece suficiente a la cohorte de especialistas, jueces y legisladores considerar la fuerza del agresor ni su voluntad violenta lo que ha de dirimirse y enjuiciar. ¿Qué se esconde tras esta nociva neblina? Que no veamos toda la violación en su conjunto. Lo primero que violaron los cinco miembros de la manada fue el espacio de una joven que entre miles y gracias a otras miles o millones durante décadas había conseguido ganarse el derecho de estar "sola" en una noche, en una fiesta, bebiendo, pasándolo bien. Primero vino la violación de una conquista que las mujeres jóvenes hoy y jóvenes de ayer han hecho. En segundo lugar violaron a una mujer que no tenía pertenencia, no era "de nadie", y por tanto pública. Ahí estaba la manada venida desde lejos para la caza.
Todo esto puede no parecer claro en un primer momento. Pero se desvela poco a poco. Y es entonces cuando aparece otra neblina, por supuesto igual de cruel, que lejos de no confundir, cambia el giro de los acontecimientos hacia la culpabilidad de la propia mujer. Y es el vídeo de la violación que hicieron los cinco miembros de la manada . Debiera ser un agravante su mera realización. Lejos de ello, sirve de coartada para analizar no a los agresores, sino si la disposición, los gestos, si el llanto de la mujer significaban un posible atisbo de resistencia o consentimiento. Y así la mujer violada fue enjuiciada en vez de sus cinco agresores. La condena era ya para entonces lo de menos. Podemos decir que ha sido una condena más para ella que para ellos.
La sentencia condena por abuso y no violación a los miembros de la manada. En vez de 23 años, pasarán mucho menos de siete de cárcel. Podemos dudar de si además tiene una cuarta o quintuple perniciosidad. Es un mensaje a cuantas manadas hay y a cuantos en nuestra sociedad consideran que las mujeres tienen un lugar y otros no lugares que ocupar. Status quo.
Y afianza aún más el camino equivocado y asimilado de evitar las agresiones a las mujeres con más paternalismo y un falso humanismo. Madres y sobre todo padres, hermanos y amigos, han asimilado tras los crímenes de las últimas décadas a mujeres, que la solución está en garantizar la protección masculina de la mujer. Padres que se desplazan a buscar a las hijas a las discotecas, amigos que acompañan a sus amigas hasta casa. Hemos asimilado que lo normal es que si las mujeres van solas "pueda ocurrir algo" o el "no os expongais" o el "parece mentira, sabiendo lo que puede pasar".
El sexismo que se asienta en las fibras de nuestra unas veces pacata y otras bienpensante sociedad supura su pus infectándolo todo. Cada agresión a una mujer es una agresión a todas las mujeres, y a todos los hombres. Ese sexismo quisiera compartimentar a mujeres y hombres, enfrentándoles en un determinismo insalvable - "cómo son", "siempre igual"-. Ese sexismo machista lacera la expresión sexual de todas nosotras y nosotros, a tener sexo en libertad. La sentencia de los jueces navarros nos despoja un poco más de libertad. De la libertad a estar sola o acompañada, en un lugar u otro, en una fiesta o no una fiesta, a beber, a divertirse, a ir a casa sola. En definitiva, es una merma de la voluntad duramente conquistada. Tenemos la sentencia sobre nuestras cabezas y cuerpos. Tenemos solo un camino que es luchar por la libertad.